Lo que se vivió en el último día de Lollapalooza 2012 Chile, fue una revolución de hormonas femeninas por parte de dos clásicos del Punk-Rock y Pop.
Por un lado Joan Jett nos tuvo en lo alto de las fantasías de adolescentes, cuando nos encontrábamos en la búsqueda de representantes LGBT de la música. Su presencia en nuestros playlist más activistas aparecía como número casi obligatorio, sobre todo para decirle al mundo "I don't give a damn about my bad reputation" o caer en la nostalgia del cover "Crimson and Clover" que fuera rescatado para la película Monster, en esa escena inolvidable de cama protagonizada por las peores versiones de Christina Ricci y Charlize Theron (bellas igual debajo del maquillaje).
El show de esta magistral señora y reina del punk Neoyorquino, el pasado domingo, fue el punto alto del recuerdo, donde más de alguna grito un "mijita rica" a Joan y se quedó feliz mirando por la pantalla grande el primer plano de aquel dibujo lésbico adherido a su guitarra.
Más tarde vendría la intervención de la incomparable Peaches, quien llegó a Chile con dos representantes de su grupo de baile, optando por una desenfrenada línea queer y obscena. Un espectáculo de esos que te motivan a sacarte la polera para sentirte un poco más cerca de la experiencia siempre física de esta verdadera performer de la música electro pop "púbica".
Sin duda un lujo no apto para la mayoría de los espectadores presentes en la cita masiva. Si bien, Joan Jett se quedó con gran parte de la audiencia entre las 17:45 y las 19:00, Peaches a penas logró algo así como 200 personas en un pequeño escenario alejado de toda la aparente locura del festival. Desde las 19:15 y hasta las 20:20, la cantante, DJ y show-woman demostró por qué es un número imperdible dejándonos a todos los afortunados que estábamos presentes completamente "mojados" con su propuesta en escena. La constante pregunta que me hice durante su presentación fue ¿por qué somos tan pocos? Porque daban ganas de compartir la euforia con miles y miles de personas, que a esa hora se apretaban escuchando un DJ Skrillex, que de la noche a la mañana a todo el mundo le gusta o esperando el show masivo de Foo Fighters.
Parte de la respuesta a esa pregunta se encuentra en los altos valores de las entradas, la inevitable línea editorial "a la chilena" de todos los espectáculos que prefieren captar al sector más pudiente y rubio de nuestra capital, la facilidad con que nos idiotizamos por lo masivo (seguir lo que está de moda) y nuestro 'cartuchismo' intrínseco.
Por ahora solo queda soñar con que alguna productora traiga nuevamente a Chile un show de Peaches para volver a disfrutar de su magia sacra y pagana.
por Anto
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